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Muerto… y a la vez vivo

Actualizado: 9 dic 2019

De modo que si alguno está en Cristo, Nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5.17

Yo había terminado de cortar un tronco en el patio delantero de nuestra casa. Cargué los trozos de madera al montón de la leña y estaba al punto de tirarlos. En ese momento, vi hojas verdes que estaban creciendo en un pedazo de álamo que había cortado el invierno pasado. Debió haber estado muerto… pero unos cuanto factores cambiaron eso.

Noté que la madera aún estaba verde; de una manera u otra, aún tenía vida. Aunque estaba separado de las raíces vivificantes, todavía tenía la posibilidad de vida y crecimiento.

Hubo contacto con el agua por toda la lluvia de la semana anterior. El agua produjo crecimiento aun en un lugar increíble. Esa posibilidad escondida, más el agua, produjeron nueva vida.

Creemos que el espíritu, bajo el dominio del pecado, está muerto o inactivo. No hay señal de vida, aunque haya mucha posibilidad escondida. Pero deja que Dios tome ese espíritu y lo inspire con su vida, ¡y usted obtendrá un nuevo ser! Entonces esta vida nueva recibe poder y produce fruto.

Pero, ¿de dónde recibe el cristiano poder? El mundo no le dio la vida nueva ni le puede dar el poder para vivirla. Es la gracia de Dios que capacita a los cristianos. Si nosotros aceptamos esta provisión por medio de la fe, recibimos vida espiritual y nuestras obras serán la prueba de ello.

¡Gracias a Dios por las abundantes provisiones de su gracia! Josh Bechtel, Estacada, OR


Lectura Bíblica:


Job 14. 6-9

6 Si tú lo abandonares, él dejará de ser;

Entre tanto deseará, como el jornalero, su día.

7 Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza;

Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán.

8 Si se envejeciere en la tierra su raíz,

Y su tronco fuere muerto en el polvo,

9 Al percibir el agua reverdecerá,

Y hará copa como planta nueva.



2 Corintios 5

Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;

3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.

4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.

6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor

7 (porque por fe andamos, no por vista);

8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.

9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.

10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

El ministerio de la reconciliación

11 Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.

12 No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.

13 Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros.

14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;

15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.

17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;

19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Dios les provee un Cristo completo a pecadores vacíos.

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