Huye el impío sin que nadie lo persiga; más el justo está confiado como un león. Proverbios 28.1
“El león, fuerte entre todos los animales, que no vuelve atrás por nada” (Proverbios 30.30).
La fuerza del león no es sólo legendaria sino también real. Un león puede saltar por encima de palizadas de cuatro metros de alto, saltar siete metros de un solo brinco, arrastrar el doble de su peso real, triturar huesos con su salvaje mandíbula y correr a la velocidad de unos 80 km. Por hora.
El macho es más grande que la hembra. En su flor de la edad, el rey de la selva puede llegar a pesar hasta quinientas libras. Sólo al macho le crece melena, lo cual le ayuda a proteger el cuello y la cabeza en un combate. También es fácil ver a los leones en campo abierto, porque no tienen miedo.
“El justo está confiado como un león.” El pecado produce cobardes, pero Dios necesita personas que hablen la verdad con santo denuedo. En Hechos 5.40, los apóstoles fueron azotados por predicar la palabra; también se les ordenó que no hablasen en el nombre de Jesús. Pero, ¿acaso esto los detuvo? ¡No! Ellos, con toda audacia, entraron al templo y en cada casa, sin cesar de predicar a Jesucristo (Hec hos 5.42). Esteban murió por su franqueza, También Santiago murió por su valor al predicar acerca de Cristo. El apóstol Pedro fue encarcelado por predicar acerca del Señor, como lo fueron también Pablo y Silas. Hoy Dios nos necesita a ti y a mí, para que, confiados como el león, declaremos la verdad, la santa palabra de Dios. “Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4.13). Simon Overholt, Aurburn,KY
Lectura Bíblica Hechos 6.8-15
Arresto de Esteban
8 Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.
9 Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban.
10 Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
11 Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.
12 Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio.
13 Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley;
14 pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés.
15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Con frecuencia, la prueba del valor no es el morir, sino el vivir.
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